6 abril 2021

El avance de la tecnología y la ciencia han permitido que a día de hoy gocemos de una vida más cómoda en relación a nuestros antepasados. Pero, a la vez, nuestra exposición a tóxicos y la presencia de estos en el planeta también ha aumentado. Tóxicos como los disruptores endocrinos, de los que se empezó a hablar en los años 90 pero que no ha sido hasta el día de hoy que la humanidad ha entendido su importancia y su vinculación a varias patologías.

Esta exposición inicia ya desde antes del embarazo, ya que se ha visto que los disruptores endocrinos pueden afectar a la descendencia de las madres expuestas a ellos. Dentro del útero, también aquellos tóxicos a los que esté expuesta la madre, pueden repercutir sobre el hijo y, obviamente, lo que creamos los humanos en forma de crema, aerosoles, tejidos, plásticos… regresa a la naturaleza con efectos devastadores en ella.

Algunos ejemplos de efectos adversos producidos en humanos son la reducción en la fertilidad, cambios en el desarrollo neurológico, y la reducción en la calidad del esperma. Por otro lado, se han detectado alteraciones del crecimiento, disminución del éxito reproductivo, y alteraciones o retrasos en el desarrollo en fauna salvaje.

 

¿Qué es un disruptor endocrino (DE)?

Se define como sustancia química exógena que tiene efectos adversos para la salud de un organismo intacto o su descendencia, como consecuencia de cambios en la función endocrina.

En este artículo hemos querido seleccionar a 5 de los disruptores más frecuentes a los que puedes estar expuesto sin saberlo:

 

● Bisfenol A (BPA)

Este compuesto tiene propiedades estrogénicas, y es uno de los disruptores endocrinos que más preocupan para la salud humana, formando parte de materiales en contacto con alimentos. En condiciones determinadas, pero no inusuales, puede transferirse al alimento y ser ingerido. A nivel molecular interactúa con numerosos receptores celulares (estrogénicos, androgénicos, glucocorticoideos…) e interfiere en el eje tiroideo. La mayoría de los estudios sobre sus efectos proceden de modelos animales, pero sugieren alteraciones metabólicas, alteraciones en el neurodesarrollo y el comportamiento, en la memoria, y en la capacidad reproductiva. Además, produce daño ocular, y puede producir irritación a nivel respiratorio y reacciones alérgicas cutáneas.

En la actualidad, el uso de Bisfenol A en la UE para materiales en contacto con los alimentos está permitido siempre que no traspase al alimento más de 0.05mg/kg; y está prohibido por completo para su utilización en recipientes alimentarios destinados a niños menores de 3 años. Francia, sin embargo, ha prohibido su uso en cualquier utensilio, envoltorio y recipiente alimentario.

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria está reevaluando los riesgos para la salud humana del empleo BPA en materiales en contacto con alimentos, con expectativas de concluir el análisis entre finales de 2021 y principios de 2022.

 

● Parabenos

Los parabenos son químicos empleados como preservantes en multitud de productos, tanto alimentarios como cosméticos. Se ha demostrado su actividad antiandrogénica y estrogénica, y los estudios en humanos muestran que la exposición a estos es muy frecuente y algunos pueden atravesar la placenta, encontrándose en el líquido amniótico. Existen pocos estudios en humanos sobre sus efectos, pero se han sugerido efectos en el crecimiento posnatal de los niños, y relaciones entre el metilparabeno y el butilparabeno durante el embarazo y cambios a nivel de las hormonas reproductivas y tiroideas.

Actualmente hay algunos parabenos cuyo uso general en cosmética está prohibido, como el isopropilparabeno y el isobutilparabeno, y otros como el butilparabeno y el propilparabeno no pueden ser utilizados en productos para el cuidado del área del pañal en menores de 3 años. Otros parabenos tienen sus niveles de concentración limitados, no pudiendo superar el contenido total de parabenos el 0.4% sobre el producto final si se trata de solo un parabeno, o el 0.8% para la mezcla de varios de ellos.

 

● Ftalatos

Los ftalatos son compuestos sobre todo empleados para hacer los plásticos más maleables. Estos no quedan completamente adheridos a la matriz plástica, por lo que pueden filtrarse o transferirse fácilmente a otros sustratos. Se pueden encontrar en numerosísimos productos como juguetes, calzado, productos sanitarios como catéteres y bolsas de sueroterapia o transfusionales, productos farmacéuticos, perfumes y productos de higiene personal, pinturas, tintas, adhesivos, materiales de construcción, componentes de automóviles, embalajes de alimentos, detergentes…

Aunque no se sabe a ciencia cierta cómo entran los ftalatos en la cadena alimentaria, parte de la exposición humana se cree que pueda venir de los materiales en contacto con los alimentos.

Se han detectado numerosos efectos adversos en la salud relacionados con algunos ftalatos. El di(2-etilhexil) ftalato (DEHP) actuaría mediante la interacción con diversos receptores celulares, pudiendo producir efectos antiandrogénicos y en el eje tiroideo evitando la entrada de la hormona tiroidea en las células o su distribución, y los efectos se han detectado con la exposición tanto prenatal como durante la infancia. Además, tanto estudios en animales como epidemiológicos han relacionado el DEHP con el desarrollo de neurotoxicidad, y un estudio prospectivo relacionó la exposición repetida a DEHP durante el embarazo y su concentración con el aumento del riesgo de partos pretérmino. En cuanto al dibutilftalato (DBP), un estudio reciente ha reportado una posible disrupción del eje tiroideo en hombres tras su exposición.

Algunos de los ftalatos han sido ya clasificados como disruptores endocrinos, por lo que su uso en productos cosméticos, artículos para el cuidado de niños y en algunos juguetes está prohibido en la UE, y se han establecido límites máximos de migración y especificaciones de uso en materiales en contacto con los alimentos.

 

  • Benzofenona-3 (oxibenzona)

A este compuesto, según el centro para el control de enfermedades de Estados Unidos, está expuesto el 96,8% de su población. ¿Cómo puede ser? Fácil. La benzofenona-3 es un filtro solar químico (orgánico) presente, por tanto, en cremas solares y otros cosméticos que incluyen la protección solar entre sus propiedades (bálsamo labial, maquillaje…) desde 1978. Además, por sus propiedades también se añade a algunos productos para preservarlos del daño de la luz del sol (perfumes, champús) y a plásticos para proteger el contenido del envase.

Los estudios muestran que la oxibenzona puede tener un impacto negativo sobre el sistema endocrino de los humanos y de otros organismos. In vitro, la oxibenzona tiene propiedades antiandrogénicas, efectos proestrogénicos y antiestrogénicos e incrementa el cáncer de mama. In vivo, se estima que se absorbe un 1-2% (en algunos estudios hasta el 10%) a través de la piel y se ha identificado en orina, suero y leche materna.

Algo aún más preocupante es el impacto negativo que tiene este compuesto sobre la salud planetaria, otro motivo por el que debemos evitarlo y cambiarlo por otras medidas. Se ha identificado su presencia en aguas de todo el mundo siendo el filtro químico más frecuente.

Además, los sistemas habituales de depuración de aguas no funcionan para estos filtros lo que agrava el problema. Actualmente, la oxibenzona se señala como una de las responsables de la degradación de los corales por lo que Hawai ha restringido su uso.

 

  • Triclosán (TCS)

Los productos químicos microbianos se inventaron en 1900 y desde entonces su presencia en la vida de los seres humanos ha aumentado de forma exponencial hasta que a día de hoy todos nosotros hemos tenido y algunos siguen teniendo en sus hogares estos compuestos.

Concretamente el triclosán, se inventó para uso hospitalario en 1972 pero posteriormente se ha agregado a numerosos productos personales: jabones, pasta de dientes, desinfectantes para manos y enjuagues bucales. Curiosamente, en 2015 se hizo un estudio y resultó que no se vió que un jabón por tener triclosán limpiara más que el propio jabón.

Además, su uso provoca resistencia bacterianas que a día de hoy tanto tememos y que son un problema sanitario grave. Se han encontrado niveles de triclosán en personas de todo el mundo, en muestras como sangre, piel, orina, cordón umbilical… pero también en animales como delfines, salmones y lombrices, entre otros.

Los efectos nocivos sobre la salud del triclosán que los estudios epidemiológicos hacen sospechar son asma, alergias y fotosensibilizaciones, alteración del funcionamiento de la tiroides, disminución de la fertilidad, recién nacidos de bajo peso y disminución del funcionamiento del sistema inmune.

 

Grupo de Trabajo en Salud Planetaria de la semFYC [+]

 

Bibliografía


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